El oasis como utopía política

“¿Quién asesinó al mundo?”, pregunta uno de los chicos de la guerra antes de ser lanzado de su camión. ¿Qué significa aquí <<mundo>>? ¿Y qué efectos tiene su aniquilamiento? Podría estar refiriéndose a la madre tierra, sobre la que se ha propagado la desertificación a causa de una guerra nuclear. Pero también es factible que estuviera hablando de algo más que de nuestro planeta. Del mundo como el lugar en donde el hombre existe junto a otros que son sus semejantes, en el que se reúnen para discutir los asuntos humanos y sobre el que actúan, iniciando procesos nuevos, transformándolo. El mundo así entendido, como espacio común, es extremadamente frágil dada la futilidad e irreversibilidad de las las acciones humanas, sobre todo ante las tiranía del desierto y las tormentas de arena, que imponen el aislamiento entre los hombres y anulan su capacidad para actuar. En este sentido, es posible interpretar el fin del mundo como la supresión del espacio de la política. El desierto sería entonces el efecto natural y también político (tiranía, despotismo, totalitarismo), de esa destrucción.
Este espacio desértico caracterizado como amundano, no es entonces el producto de la omnipotencia del Estado, sino que representa su completa liquidación. En su lugar, han emergido auténticas organizaciones tribales guerreras que se articulan a través del saqueo, bandidaje, el contrabando y la guerra por recursos como el agua, el combustible, armas, que en lugar de la tierra, la riqueza y la producción, constituyen la base material de estas sociedades. El control político de las mujeres es lo propio del despotismo de Immortan Joe. No supone solamente que se las tome como esclavas sexuales, sino que este es el aspecto más visible de la aspiración del jefe de ejercer un dominio sobre la función reproductiva, es decir, sobre su capacidad de engendrar vida. Este poder por el que Immortan Joe pretende asegurarse para sí el dominio sobre la vida, tiene un sentido político: garantizar la continuidad de su tiranía dejando su propia descendencia. Finalmente, el robo, el trueque, el pillaje o la guerra, no dependen únicamente de la capacidad de destrucción, sino también de poder desplazarse en el desierto. Los vehículos a motor, que han devenido armas de guerra, y el arsenal mismo, son las dos tecnologías que sobrevivieron al fin de los tiempos.
Las máquinas, que aparecen también como prótesis, extensiones, acoplamientos del cuerpo, constituyen el apuntalamiento técnico de los guerreros. Mientras las creencia en un paraíso guerrero, el Valhalla, funciona como una suerte de ideología. Esta sociedad no es ajena a la idea de sacrificio. Es precisamente por medio de este sacrificio de la propia vida que los chicos de la guerra pierden su humanidad, reafirmando su condición de armas de guerra, en un último gesto que celebra la muerte heroica. Inmolándose con una última hazaña realizada ante testigos consideran que pasarán a la historia. Tal ideología es la que liga a lo masculino con la muerte y la destrucción, oponiéndose, tramo a tramo, a lo vital, que está en cambio asociado a lo femenino, aunque reducido también a objeto o a una función, la reproducción. Es la mujer la que en Mad Max Fury Road intenta huir a su condición de objeto sexual y reproductivo, reafirmando su humanidad, al sacrificar su vida, y también la de las “semillas de la vida” de la que es portadora, en su intento de escapar al patriarcado que personifica Immortan Joe.
En Mad Max la guerra es ante todo una carrera. Este es el mecanismo social que mantienen la dispersión del poder en bandas, tribus, es decir, que impiden la formación del Estado. La autoridad se asienta en jefaturas. Los jefes se parecen más a líderes, gobiernan gracias al prestigio, la persuasión, la interpretación de los deseos de su grupo, el temor y la amenaza, lo que impide que su poder sea estable. En este sentido, la figura de Immortan Joe puede ser engañosa. Es posible tomarlo como un hombre de Estado, una suerte de déspota. No obstante, solo en apariencia trata de evitar cualquier combate, simulando ser el jefe de un Estado, cuando en realidad se limita a organiza a las bandas, a las manadas, pues no llega a instituir jurídicamente la guerra ni a conformar un verdadero ejército con su función militar. La guerra que libra no es una guerra institucionalizada, regulada, con un frente, retaguardia, batallas. Esta guerra que es persecución, carrera, caza en todo caso, es una guerra sin línea de combate, pura estrategia, lo que permite que sea representada como una coreografía o danza.
Detrás de la ideología que celebra la guerra y la muerte, Immortan Joe oculta que conoce bien el poder que obtiene controlando lo vital en medio del desierto, puesto que el mal que dice conjurar su poder político, a partir del cual mantiene amenazada y esclavizada a la población temerosa, no es el hambre, no es la explotación por el trabajo, no es la peste o la pobreza, o no sólo eso, sino principalmente la sed y la sequía. El control de la fertilidad es la base sobre la cual legitima su jefatura.
Este poder está revestido de algo mágico o religioso también, que no deja de ritualizarse y confirmarse en la ceremonia en la cual levanta la represa y distribuye un poco de agua. Sin embargo está lejos de ser el sacerdote administrador de las grandes obras públicas. Retiene y distribuye el agua, solo como reafirmación de su poder, pero la fuente del mismo la mantiene custodiada por el secreto y la amenaza. No llega no obstante a constituir un sistema social hidráulico en base al cual organizar el Estado tal como lo hicieron las primeras formaciones estatales. Y hay una buena razón para ello: esta es una sociedad esclavista, pero no agrícola (las metáforas agrícolas son patrimonio del ideario de la resistencia a este poder, “las guardianas de las semillas”, la “zona verde”). El cultivo es un mito construido en base a un saber vedado a la población. Ya no queda tierra fértil, se les dice, lo único que les resta es esperar su mínima dosis de agua y servir y adorar a su líder.
Imperator Furiosa se resiste a esta imposición traicionando al jefe, a las creencias sobre las que se asienta su poder, a la esclavitud a la que somete a las mujeres. Huye entonces junto a las esposas ahora liberadas en la búsqueda de una tierra fértil, cultivada por mujeres, que recuerda haber conocido en su niñez. Es por esta triple traición que Imperator Furiosa dejará de ser una guerrera “del poder”, para transformarse en una mujer de la guerra exterior, es decir, resistente al orden establecido. Por su parte Max, en su intento de escapar del cautiverio al que ha sido sometido, que probablemente lo llevaría a una muerte segura, descubrirá la verdad que oculta Immortan Joe. De ahí en más se convertirá en el poseedor de un secreto invaluable: existe un oasis en el desierto, pero no está en otro lugar, sino el corazón mismo de la ciudadela. Que lo descubra tendrá un efecto desestabilizador del orden político fundado en ese secreto.
Podría decirse que el oasis constituye la utopía política de Mad Max Fury Road. El que persigue Imperator Furiosa al principio, la “zona verde”, está menos conectado con la posibilidad de transformación de la realidad social, se asienta en cambio en un mito de salvación, más allá de la política, es la utopía apolítica o amundana. Muy distinta es la alterativa que se abre al Max revelarle el secreto de Immortan Joe, esta supone, en cambio, una revolución, destronar al jefe, liberar a las mujeres, pero también a todo el pueblo sometido, distribuir de otro modo los recursos, especialmente el agua, y eventualmente sembrar la tierra fértil, reproducir la vida. No buscar entonces una salvación más allá de la historia sino cambiar la sociedad real.
El hombre, al intentar transformar y controlar la naturaleza, le ha imprimido a los procesos naturales la impredecibilidad de la acción humana. Ha iniciado procesos cuyos efectos no puede anticipar, como los que pueden producirse en un mundo post-nuclear. En Mad Max, ha desencadenado la propagación del desierto, crecimiento de la amundanidad, en otras palabras, la imposibilidad de comunión entre los hombres con el cosmos y entre sí. Que la naturaleza haya adquirido una dimensión política es algo que interesa a nuestro presente. El Apocalipsis tendría relación con la destrucción de nuestro hogar, el mundo, nuestra madre, la tierra, y con el uso político de la natalidad, nuestra capacidad de crear e iniciar algo nuevo, introducir algo en el mundo que será continuado por otros. No es raro entonces que en Mad Max Fury Road la idea de una sociedad ideal aparezca ligada a cuestionamiento del control de lo nutricio en manos de unos pocos que detentan el poder de la guerra y la muerte. El desierto, por tanto, no es el paisaje natural, como señalamos, sino también el efecto político de la desolación, la devastación, del fin del mundo. El oasis, por su parte, también es amundano, pero constituye una fuente dispensadora de vida sin la cual serían imposible vivir en el desierto sin reconciliarse con él, esto es, sin volvernos sus habitantes naturales, ni perder la esperanza de transformarlo en un mundo humano, es decir, sin quedar desprovistos de la virtud de resistir.
El desierto también designa un estado espiritual, por llamarle de algún modo, alude a la ausencia de sentido, el vacío existencial, el nihilismo en su sentido abrumador y negativo. En estas topologías espirituales prenden fácilmente las ideologías. Max no sostiene la ideología de la muerte. No obstante, tampoco persigue utopías, esto lo enfrenta con cierto desencantamiento que permanece como herencia del mundo perdido. Tal cuestión está representada como tensión en la relación que Max mantiene con su pasado. Max no ha olvidado, sin embargo, la recuperación de su memoria es fragmentaria, traumática, y sobre todo, pareciera ser incapaz de dotar de sentidos a ese pasado que vuelve, una y otra vez, asumiendo la forma de visiones, fantasmas. Hay una indeterminación: Max trata de entender su pasado y solo se responde con el desierto. He aquí una indiferenciación entre uno y otro, y es que, en cierta forma, el peligro para Max no es el desierto ( en el que ha aprendido a sobrevivir), sino volverse él mismo desierto. Que la infertilidad avance, no sobre la tierra (para ello ya es tarde), sino sobre sí mismo, que se aloje en su interior. La incapacidad de otorgar sentidos al pasado, al mundo, a la existencia, es para Max la locura. Y no podría decirse que viene ganando esa batalla. Max es el guerrero nómada loco. Trata de permanecer libre, ante todo. Y, sin embargo, el desierto que es para él su hábitat natural y sinónimo de libertad, al resto de los habitantes de este mundo no deja de aparecérseles como otra forma de prisión. En nuestra sociedad lo contrario de la libertad es el encierro, pero en Mad Max también hay otra forma de tiranía invisible, la vastedad sin limites, como demuestra la escena en que Imperator Furiosa se da cuenta que ya no existe ese pueblo-amazonas que estaba buscando. En ese momento dramático se revela hasta qué punto el completo afuera, ligado al sinsentido, puede ser tan o más terrorífico que el encierro.
Max le revela entonces el secreto de Immortan Joe, y con renovado ímpetu, Imperator Furiosa se lanzará a la conquista del oasis. Esta suerte de Pentesilea, que representa al pueblo mujer sin estado, esta amazona que busca cierta justicia organizada por un modelo de guerreras-mujeres, es la que está destinada a conquistar el poder a través de liderar una resistencia que avanza sobre la ciudad arrasando todo. El caso de Max es diferente. No persigue esta utopía, aunque acompaña y ayuda, creeríamos que para este personaje, el único mundo posible y que conoce, en tanto nómada, es el desierto. Y es que si no fuera así, dejaría de ser un viajero de estas extensiones sin fin, donde nada llega y nadie se presenta; si se propusiera el mismo como líder, se convertiría en una criatura de geografías fijas, inmóviles, un sedentario. Max es, en cambio, un badawi, sin por eso acostumbrarse al desierto al punto de aceptarlo, ya que es capaz de comprender el fenómeno político que personifica Immortan Joe. No obstante, no aspira a sucederlo. Su lugar en esta historia es entonces revelarle el secreto de la existencia del oasis a Imperator Furiosa abriéndole así una perspectiva política de cómo transformar la sociedad de la que se había propuesto huir al ir detrás de un ideal.
En ese sentido, la traición del guerrero es completa: desafía a Immortan Joe, revela los secretos protegidos para desestabilizar el orden político, cuestiona esa suerte de ley patriarcalista bajo la cual se mantiene esclavizadas a las mujeres. Y, sin embargo, como demuestra su alejamiento al final, Max no asume como completamente suya la causa más allá de ayudar a las mujeres a hacerse del control del poder político. No hay en Max nada comparable a un intento de conquista del poder. Es Imperator Furiosa la que es presentada como una posible “buena gobernante”, en cambio Max, como figura política, sería inquietante, un rey loco. Sin embargo, lo que sí pareciera entender Max, es que el futuro de un mundo azotado por la esterilidad, la sequía, el nihilismo, está reservado a las mujeres, como productoras de sentido, dispensadoras de vida y pueblo de guerreras sin estado, ellas mismas, en tanto tales, emergen como el sujeto político de la revolución que acaso podrá liberar a la población de la tiranía del desierto.


